FYI: es el insight semanal de FRANKA™️: una captura de pantalla hecha de otras capturas de pantalla y relacionadas sobre una reflexión a menudo sin conclusión. Una respuesta contra la incesante llegada de "cosas que pueden interesarte" y que nunca acabamos de consumir plenamente.
The Guardian, una de las gacetas más respetadas a nivel global, un ejemplo de lo independiente y que por ahora no ha privado a los lectores del consumo de sus noticias y artículos, anunció ayer que dejaría de publicar en la red social X. En concreto, dijeron:
Dejan sus cuentas abiertas pero inactivas, dando a entender que la empresa puede volver a X en el futuro si lo desea sin tener que recuperar los seguidores que les queden. Además evitan así que cualquier usuario de la plataforma pueda reclamar los nombres de usuario e incluso pueda intentar "verificarlos" pagando 8 dólares al mes.
Los periodistas de The Guardian, aunque se les ha asesorado de que minimicen su inclusión, seguirán pudiendo incluir tuits en sus piezas si es totalmente necesario, según apuntó una de las editoras jefe al personal de la publicación.
A The Guardian le han seguido ya varias personalidades de la élite cultural progresista y, por ejemplo, La Vanguardia, una publicación que sí mantiene una privatización a su contenido mediante suscripción y que no puede enorgullecerse ni de ser independiente ni de no ser sensacionalista.
The Guardian se une a un gran porcentaje de swifties en su "X-odus" y ya ha lanzado una encuesta a sus lectores para que opinen sobre la idea de migrar a Bluesky, una suerte de Twitter anterior a Elon Musk (un refugio liberal contra el contenido más dañino y sin control, con lo que dicen son mejores sistemas de bloqueo y supervisión para cuentas problemáticas) que ha ganado 700.000 usuarios después de conocerse los resultados de las elecciones en Estados Unidos.
Como dice Julen, un gran amigo: "no ha sido Trump quién ha puesto a Elon, sino Elon a Trump y ahora todos entienden el por qué de una adquisición tan surrealista como fue la de Twitter".
Al margen de las acciones, queda ver lo legítimo del asunto: está claro que convivir entre extremistas y contenidos violentos no le gusta a nadie pero abandonar una red social, en el caso de The Guardian, es darse por vencido en una batalla ya no comunicativa, sino más bien política.
La lenta transición hacía un nuevo tipo de guerra digital y otro tipo de concepción de la verdad.
La verdad está cambiando de forma: las emociones prevalecen y están por encima de cualquier afirmación fáctica.
La desesperación por la atención y su metabolización en beneficios nos está extremando y encapsulando en burbujas de refuerzo controladas por algoritmos que buscan mantenernos el mayor tiempo cautivos en plataformas como X.
Musk lo cambió todo cuando decidió poner precio al símbolo azul de verificación: se cargó el posible arbitraje de la plataforma sobre la naturaleza del contenido y transformó el sistema de incentivos.
La nueva estructura de incentivos (las recompensas que reciben los usuarios son las que moldean las propias redes sociales: las plataformas pueden empujar a los usuarios a comportarse de determinada manera a través de ellas) de X favorece que se pueda ganar dinero con publicaciones diseñadas con la única intención de provocar cualquier tipo de emoción reactiva: risa, tristeza, miedo. Siendo el odio lo que realmente aumenta las cifras.
Aunque lo despreciable siempre había existido en Twitter (y sigue existiendo en otras plataformas), nunca había sido el elemento fundamental y principal como es ahora debido a estas maniobras de incentivación y el sesgo de un algoritmo que favorece la violencia, la mentira y la paranoia por encima de otros tipos de contenido.
Y todo esto ocurre cuando X es la única plataforma social que ha puesto en práctica las community notes, una herramienta colectiva de verificación y contexto extra para posible desinformación. De hecho, la plataforma se jacta de su condición de única plataforma de verdadero free speech y ausencia de censura.
Musk es una persona a la que no le gusta recibir críticas, sólo busca refuerzo y escuchar comentarios positivos; cuando compró Twitter, como traslada el libro Character Limit-How Elon Musk Destroyed Twitter, lo hizo porque pensó que si lo usaba lo podría también dirigir. Para él no existen las restricciones. Y así está esculpiendo X: un lugar donde extremar discursos, traficar con atención y donde todo se sistematiza para cumplir sus intereses.
Con la salida de The Guardian y otros muchos más intelectuales y personalidades del círculo más moralista, libre y supuestamente progresista, Musk y las personas como él habrán ganado parte de la batalla: ahora estaremos todos repartidos en reductos.
El reducto de los liberales o moralistas. De los wokes. El reducto de los bros y los antagonistas, aquellos más extremistas. Plataformas que, en cada uno de sus polos, irán cada vez más encerrándose en sus propios códigos y no dejando entrar discursos diferentes.
¿El futuro de la prensa es descentralizado, nicho e independiente?
Parece que allí donde fluye la mayor cantidad de información (en estas plataformas privadas a.k.a. responden a intereses económicos que medio mundo usa para entretenerse y, de paso, estar informado), será imposible ya encontrar cierta diversidad y criterio. De un lado y otro sólo se aceptarán las proclamas que no atenten contra la moral o los límites/reglas de esas comunidades.