Ahora que dos de los grandes eventos discográficos del “género” llegan casi al unísono (Kamasi Washington, Shabaka Hutchings), aquí un rápido repaso a las nuevas concepciones, determinismos y símbolos del Jazz actual, un género dado por muerto en decenas de ocasiones y que nunca fue para jóvenes que está penetrando a través de su estética y capacidad de adaptación en el mainstream actual. Un sector en el que la flauta fue siempre una actriz secundaria; hasta ahora (LOL).

¿El Jazz que escuchamos hoy? Un rasgo más dentro de la hipercultura.

Hay dos ángulos que convergen; uno que nos dice que el Jazz, o los estilismos derivados actuales, están alcanzando cada vez más atención del mainstream; el otro, que las fronteras que lo identificaban están desapareciendo completamente sobre una propensión Pop grandilocuente.

En otras palabras y como está pasando con otros estilos: lo que consumimos es una caricatura donde los rasgos más válidos para la supervivencia del género se integran con otros elementos que potencian su mensaje y lo preparan para generar algo de tracción.

El Jazz nunca lo tuvo fácil como “término”...

A pesar de dirigir una big band durante tres décadas, Stan Kenton decía que él no tocaba Jazz ni bebop, sino Neophonic Music. En 1949, pensando que el término Jazz imposibilitaba la atracción de nueva audiencia, los lectores de la revista Down Beat parecían no estar contentos con el término. Se organizó un concurso (con suculento premio) en el que se rebrandeó el Jazz a Crewcut. LOL. 

En 2011, el trompetista Nicholas Payton ya propuso que el Jazz había muerto en 1959 y lo que presenciábamos eran fantasmas; propuso el terriblemente poco inclusivo término BAM (Black American Music) para sustituirlo en una campaña vía Twitter de la que existe reverb hasta nuestros días. A pesar de saber que si hablamos de “música negra americana” hablamos también de Soul o Blues (entre otros), Payton construyó su discurso sobre las connotaciones históricas del término, algo que también rechazaron Thelonious Monk o Miles Davis, por mencionar solo algunos. 

André 3000, Shabaka en un live con Virgil Abloh, Nubya Garcia

⚉ Al Jazz ya se le dio por muerto (y también resucitado).

Desde la década de los 90, se han barajado muchos finales alternativos para el Jazz; una especie de museo musical al que se acude ante lo exótico de las glorias pasadas; su decadencia en picado hacia la completa irrelevancia y otros desenlaces que finalmente se han dado por malos o puestos en stand by.

En 2012 se declaró el final del Jazz en un artículo en The Atlantic, mientras Robert Glasper y otros comenzaban a sincronizar sus raíces con modales más modernos; en 2015, otra pieza en The Guardian declaró que llegaba una “nueva era del Jazz” y que posiblemente el género serviría como una especie de “identificador” para las propuestas Pop más conceptualmente avanzadas (véase Kendrick Lamar y proyectos similares). Lo cierto es que aún hoy se predice que el Jazz morirá, pero la realidad es que la supuesta reliquia sigue ahí, más o menos presente. 

⚉ Jazz en los últimos 10 años: alcanzando otro tipo de elitismos y lifestyles.

Hemos visto a Shabaka Hutchings conversando abiertamente con el difunto Virgil Abloh (en la captura de la izquierda); la influencia estilística de Thundercat ha permeado más allá del Jazz o el nicho RnB aportando un coolness que el género había dado por perdido. De hecho, no solo Louis Vuitton (sino también Dior, véase su colaboración con cktrl) identifican en estos nuevos exponentes un rasgo de “modernidad”. 

A menudo el Jazz ha sido infra-catalogado como un género para élites académicas y privilegiadas, a pesar de la era Free Jazz donde el fenómeno fue utilizado como un grito de resistencia comunitaria. Ahora, parece que el appealing del Jazz está alcanzando a otro tipo de elitismos, unos más relacionados con entornos creativos innacesibles, marcas de lujo y nueva burguesía intelectual. Una situación que ha prosperado para transformarlo en un elemento más (no solo un truco de márketing) en la conversación estilística del mainstream

⚉ Jazz como manifesto poscolonial en Europa.

Si algo ha confabulado en los últimos 10 años para que no consideremos al Jazz un simple detritus de lo que fue, es la nueva escena británica; adulada por los grandes medios de comunicación y con gran alcance mainstream (e impacto en la cultura popular), Londres ha conseguido invertir los papeles históricos y ser ahora la capital en la que se traza el futuro del género.

La nominación de Sons Of Kemet (en la fotografía) al Mercury Prize en 2018 fue uno de los síntomas inequívocos de este proceso. Un desarrollo que, conociendo la procedencia de muchos de los integrantes de combos como Kamaal Williams, Ezra Collective o actos como Nubya Garcia o Binker & Moses, deja constancia de una “vibración poscolonial” clarísima. Al fin y al cabo, en Londres el Jazz se está desestigmatizando y renovando gracias a la incursión de influencias marginadas en el pasado. 

DOMi & JD Beck ©John Edmonds

⚉ Jazz y la Gen Z: ¿no tan alejados?

A pesar de los signos de modernidad y reubicación en la cultura Pop del Jazz, se suele creer que el género y su carácter estético no sincronizan con las nuevas generaciones. Bueno: el Jazz nunca ha sido algo pensado realmente para los jóvenes.  

A pesar de esa intuición generalizada, hay signos de que no es así: el éxito de actos como Laufey dentro del panorama Pop o del dúo DOMi & JD Beck demuestran que se pueden construir comunidades jóvenes alrededor de sonidos vintage. Es esta palabra, vintage, la que cobra aquí un significado decisivo: las nuevas generaciones observan al Jazz como observan a una vieja Detroit Jacket de Carhartt. Además, su necesidad de rebelión y la facilidad con la que los estilismos del Jazz pueden combinarse, hace del género algo con potencial para derribar las obtusas barreras generacionales. 

⚉ El Jazz ahora se tira pedos en el escenario.

Real: en los conciertos de DOMi & JD Beck (en la fotografía) se oyen sonidos de pedos y ellos mismos hacen bromas de genitales masculinos en los títulos de canciones (‘Giant Nuts’).  Sus gags intercalados contribuyen a humanizar su prodigioso virtuosismo. O más bien, a contrarrestarlo. 

En otro lado, está por ejemplo Joel Ross, otro virtuoso del vibráfono que ha convertido sus discos en catálogos de estilismos Jazz, más que optar por un discurso único. Estos dos ejemplos nos acercan a una clarísima tendencia: si el Jazz debe triunfar entre nuevas generaciones debe ser maleable, mutable y sarcástico como lo es un meme y afrontar que los nuevos oídos se aburren del mismo mood todo el rato.  

⚉ Jazz y los flute bros: la flauta como nuevo agente simbólico.

En una reciente entrevista en The New York Times, Shabaka llamaba a André 3000 su flute bro. Aunque la flauta en sí misma ha tenido una gran incidencia en la imaginería y memética popular en los últimos años, la proliferación del instrumento como nuevo símbolo de interés habla también de otros factores.   

Incluso Matthewdavid, jefe de Leaving Records en L.A. y uno de los del núcleo duro de Carlos Niño y Miguel Atwood-Ferguson, aparece con su flauta japonesa  mientras dice ir  high on mushrooms. Shabaka dice de su shakuhachi que es un nuevo “nodo de expresión” y un “lifestyle en sí mismo”, pero lo cierto es que verlos, a uno en el carnaval de Brasil (en la captura) y a André 3000 paseando sin rumbo por USA tocando la flauta, todo apunta a la caricaturización.  

⚉ El Jazz de hoy, víctima también de los moods.

El Jazz ya fue un género de baile, o más bien, ya penetró las pistas de baile en la era del Acid Jazz. Ahora, más bien, a lo que se refiere con “Dance album” Kamasi Washington es más bien a un mood,  a “movimiento y expresión”. Este label para el nuevo disco del tótem de Los Ángeles revela que para hacerse entender entre el ruido actual, hay una necesidad de conectar con un estado de ánimo.   

En conclusión: ahora que dos de los álbumes más importantes del sector Jazz están por explotar (Kamasi y Shabaka), este análisis rápido nos deja una clara revelación: el Jazz está vivo, pero sin mensaje. Resulta en un catálogo de estilismos y rasgos exportables fácilmente y su devenir ya no está marcado por innovaciones sino más bien por corrientes y moods: aquellos que la audiencia hiperestimulada requiere en cada momento.

De hecho, el Jazz de hoy puede definirse en una imagen: la de un fotograma de esos lives en YouTube que durante horas radian soft jazz instrumental music y términos similares.    

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