FYI: es el insight semanal de FRANKA™️: una captura de pantalla hecha de otras capturas de pantalla y relacionadas sobre una reflexión a menudo sin conclusión. Una respuesta contra la incesante llegada de "cosas que pueden interesarte" y que nunca acabamos de consumir plenamente.

Hace tan sólo unos años, no eran muchos los artistas que alzaban la voz contra el sistema ni existían muchos con el privilegio de poder venderse a gusto, sin temer a la posible reacción adversa de sus fans.

Era otra época: como ya elaboré en esta pieza concreta, lo que significa "ser mainstream" y "pertenecer al underground" está cambiando e incluso invirtiendo su grado de aceptación por culpa del complejo industrial creativo a.k.a. las redes sociales.

Digamos que hay una disociación clara y tangible: retener información cuando todos vivimos (o viviremos) del comercio de nuestra identidad no tiene sentido. Y cuando el gremio de los creadores de contenido es el colectivo más amenazado y poblado de la esfera digital (véase también el más frágil), nadie puede criticarle a un artista de mediano tamaño que haga tratos con una marca si así va a poder seguir haciendo música.

La transformación que el último año ha sufrido James Blake a ojos de su audiencia (y su no audiencia) es paradigmática y muy gráfica. Si los mismos acontecimientos (alzar la voz contra los servicios de streaming para → luego proponer una solución pocha vía Web3 → y unos meses más tarde ir de anti-establishment criticando a las grandes corporaciones que explotan a tus fans y → acabar haciendo un promocional para Meta) hubieran acontecido hace 15 años, probablemente la imagen del británico se hubiera visto degradada.

La incoherencia tampoco es un problema: más bien, una herramienta.

A día de hoy está más que consolidada esta fórmula: el artista contemporáneo, sometido a un BDSM continuo con los algoritmos y metido hasta el cuello en el sustrato socio-digital, se debe sostener sobre una combinación sana, aceptable, coherente entre hacer lo que debe hacer para sobrevivir y hacer lo que realmente le gusta como artista.

Hasta aquí, todos de acuerdo. (Porque los servicios de streaming no mejorarán su trato a los creadores y porque las grandes discográficas están reduciendo su apuesta por nuevos artistas y porque salir a tocar es cada vez menos rentable, etc, etc, etc).

Lo que demuestra James Blake, a grades rasgos, es que también se comienza a aceptar un cierto grado de incoherencia y/u oportunismo: en su caso, la dualidad a la que me refiero se estira hasta casi polarizarse. Con la estrategia de comunicación que está ofreciendo al exterior hace alrededor de un año, el prodigio inglés dibuja un perfil interesante porque parece revelarse ante el sistema pero luego atacarlo como un hustler cínico para aprovecharse. Y lo hace con la cabeza bien alta.

Vistazo a la plataforma Vault.fm.

De tipo aburrido y sensiblón a Batman emprendedor.

Antes de sus declaraciones el pasado mes de marzo, James Blake apenas interpelaba a su audiencia y fans con monsergas; no era ni quería ser un líder, simplemente un artista con su nicho controlado y su discografía más o menos coherente. Se marchó a vivir a Los Ángeles, empezó a compartir su vida con una humorista y supongo que comenzó a entender cómo los americanos le hablan a sus comunidades.

Se contagió del sueño emprendedor y entendió que para tu comunidad no hay nada que interese menos que alguien que no es capaz de comprometerse, de tener una opinión firme y alzar la voz. Las comunidades quieren actores y presencias que no pasen desapercibidas y no tengan miedo a cagarla.

Primero lanzó un mensaje en primera persona en el que hablaba por un colectivo de artistas globalmente malpagados y poco respetados por las grandes corporaciones, para luego simular que tenía una idea para solucionar esa problemática y venir unas semanas después con el regalo de Vault.fm: un Patreon para el nicho musical (heredando al maltrecho equipo de Sound.xyz) donde, los artistas como él, podrán interactuar directamente con sus súper fans y concederles (obviamente tras un muro de pago), la escucha de bocetos e inéditos. Blake puso en práctica esta fórmula:

Si Vault.fm funciona o consigue el nivel de usuarios activos suficiente para ni siquiera ganar algo de relevancia me trae sin cuidado ahora mismo: no será la última propuesta venida de un artista convertido a emprendedor (y remarcado ya como "independiente", según anunció públicamente también) con ganas de arreglar lo que no tiene arreglo.

Lo que nos concierne es el cambio de estrategia de James Blake como ejemplo comunicativo; de lo que se debe hacer y no se debe hacer al mismo tiempo.

Memebait y auto-parodia.