Hace dos años, Beyoncé decidió que el mundo se merecía bailar. Por eso, en el primer acto de su proyecto ‘RENAISSANCE’ se propuso como mediadora entre el mainstream y la cultura Ballroom/queer contemporánea.
Ahora, dos años más tarde, Bey decide mutar en una artista Country pero sin perder su esencia y estilo. Y lo hace sin dejar escapar nada a su paso: tener una justificación de peso (y que toque la fibra emocional), adentrarse en un nuevo mercado sin comprometer su integridad artística y dominar el supuesto arte de la conceptualización.
Pero al margen de los intereses comerciales (y artísticos, que no pongo en duda que los haya), ¿qué le ha llevado a esto? Hoy por hoy sólo cuenta una cosa: no ser repetitivo, generar diálogo constante y no aburrir a.k.a. atraer la mayor atención posible. ¿Otro disco de RnB monótono y con altas aspiraciones culturales? ¿Para qué? Si puedo hacer uno de Country y despertar el desconcierto que necesito para seguir creciendo.
Tal y como Madonna ya nos enseñó, la creatividad hoy en día está lejos de la artesanía (perfeccionar una técnica vía la repetición), sino más bien del role-playing.
⚉ Soy lo que me piden que sea; o lo que yo quiero ser en este momento.
Antes de la salida del disco ya expuse mi opinión sobre esta, una cuestión nuclear sobre ‘COWBOY CARTER’: ni es la primera artista mainstream que se infiltra en el género ni nadie (a estas alturas) debe dictar si tiene derecho o no. Poner de manifiesto que el Country tiene raíces africanas y lleva más de medio siglo en posesión putativa de los blancos americanos es un hecho confirmado antes de Beyoncé.
La derivada aquí es la causa: ¿Por qué se adentra aquí (y ahora) la artista? Supuestamente, sus raíces en Houston y un episodio de discriminación artístico-racial en 2016 (su actuación con The Chicks interpretando ‘Daddy Lessons’ en los premios de la Asociación de la Música Country) son la justificación principal para Bey, pero todos intuímos que hay otras intenciones: si algo ha hecho bien durante su reciente carrera, es llevar diálogos culturalmente tensos a una escala global.
Beyoncé sabía que este movimiento iba a reforzar su imagen como mediadora cultural empoderada y le iba a proporcionar un fuerte engagement vía el rage-bait de los puristas del Country, quienes aún están debatiendo si el disco puede estar o no estar dentro de su género.
⚉ Lección histórica, sí, pero Juego de Tronos también.
Bob Lefsetz empezaba su artículo sobre el movimiento creativo de Beyoncé refiriéndose a “¿En qué mundo disparatado Taylor Swift abandona el Country y Beyoncé se adentra en él?” Y yo añado: creer que con esta lección histórica para la audiencia global Beyoncé esté “reclamando” alguna cosa supone devaluar al máximo a los artistas afroamericanos que ya se han hecho un puesto en la escena por sí solos.
Por un lado, este movimiento no solo tiene intereses culturales y comerciales: también es un sedal que probablemente pretende recoger beneficios a largo plazo. Bey, como Swift, saben que son distintas, y que rivalizan por la atención global; además saben que el temperamento identitario global está cambiando y la comunidad afroamericana está difuminándose dentro de las presentes y futuras agendas políticas. Ha habido y hay (véase Shaboozey, Breland, Blanco Brown, Tiera Kennedy y muchos más) artistas afroamericanos en la escena más blanca de Estados Unidos. Pero pensando en futuro… el tiempo y dinero gastado por Beyoncé es una inversión que todavía no entendemos al completo.
No he parado de observar la palabra riesgo al lado de ambicioso en comentarios sobre ‘COWBOY CARTER’. Y yo contesto: ¿De verdad? Ojalá, dada la precariedad a la que empuja la archi-mencionada creators economy, todos los artistas musicales tuvieran hasta 5 años para preparar un álbum con los mayores recursos posibles y un múltiple apoyo de compositores, consultores y productores.
El riesgo sería decidir, al modo Joaquin Phoenix, que a partir de ahora te centrarás solo en el Country. “Ahora los memes que más y mejor se mueven son los de Country”, y Beyoncé se pone y pone a su equipo a trabajar en ello, utilizando sus capacidades y su auto-conocimiento de sí misma (y su audiencia) para identificar y captar todo aquello del Country que puede modularse para llevarlo a su terreno estético y sonoro.
⚉ Mentalidad de turista: entro y salgo de las tendencias… ¿Aportando algo?
Ya sabéis, la mentalidad posmoderna es la del turista, aquel que va y viene no por creencias espirituales o vitales sino por consumo y normalmente se queda en la superficie de las experiencias por las que transita. Aporta poco a aquello que visita y siempre se está moviendo, como mandan los imperativos actuales.
Todos somos neófitos y queremos diversidad, pero una diversidad artificial, porque a la que observamos algo fuera de nuestros límites éticos, lo condenamos. Ese es el marco del juego tanto para nosotros como para Beyoncé, también: ¿Se implicará realmente en hacer la escena Country un poco más negra? ¿Contribuirá a renovar el género y transportarlo a una nueva época dorada de éxitos mainstream? ¿Su empaquetado del Country junto con rasgos Rap, RnB y Folk/Pop será el embrión de una revolución?
No lo sabemos, pero lo que es seguro es que Beyoncé se moverá de estética cuando ésta le haya dado todo lo que podía aportarle.
⚉ Resucitar como mandatory; ya no sampleo sino interpolación.
Aprovechando un supuesto resentimiento y su habitual coraje, Bey no está sacando el Country de una caja llena de polvo; más bien está intentando recontextualizar esta música dentro del framework contemporáneo.
Y para ello no solo se ha rodeado de la previsible nómina de talentos emergentes conocedores del nuevo terreno, también ha trabajado intensamente en la lista de colaboraciones (yo me decanto como más relevante la de Post Malone) e interpolaciones: de los Beatles a Dolly Parton son tocadas por las uñas de Bey. Pero no tocadas cogiendo y poniendo aquí, sino transformando ese patrimonio y preparándolo para los oídos actuales (algo que se está convirtiendo en esencial para cualquier producto discográfico de este calibre).
Para ella, o eso creen sus fans, es más que una cuestión de puro posicionamiento: ‘JOLENE’, un monolito dentro del álbum, no es un simple tributo: Bey hace que la canción (himno lésbico) pase de la súplica a la advertencia y el empoderamiento (y puestos a interpolar, haciendo lo propio con la supuesta infedelidad de su marido).
Cualquiera diría, escuchando los interludios, la presencia de Linda Martell o Willie Nelson en la emisora fictícia KNTRY Radio Texas, que esto es un ejercicio de recolección de pequeños monumentos Country. Algo así como una visita mediada, a una experiencia de esas que venden los museos modernos (LOL).
Pero no, efectivamente si algo hay que decir del álbum, es que es un álbum de Beyoncé: ‘AMERIICAN DREAM’ lleva su huella, así como ‘YA YA’ o ‘BODYGUARD’; canciones donde todo es nuevo y al mismo tiempo reconocible para cualquier fan de Beyoncé. Llegar a ese punto es algo a la altura de cada vez menos; y ya no digamos entrometerte en una esfera comercial sin que se te rasguen las vestiduras al enfundarte el atrezzo de cowboy.
Resumen: hay una exposición clara de lo que es el Country, pero éste no domina en ningún momento a la jinete Bey.
⚉ Albergo múltiples personas, y en todas soy yo.
¿Imaginamos a Kendrick Lamar haciendo un álbum de Heavy? El rapero también escoge para cada uno de sus álbumes una personalidad distinta, y todos de la misma manera, él. De hecho, el role-playing nos ayuda a generar más empatía y entendimiento de la otredad, aquello que no conocemos en profundidad. Nos ponemos en su piel.
Aquí Bey nos pone en el lugar de un oyente Country, en la nueva super producción que ha construído. La artista dijo que su proyecto ‘RENAISSANCE’ era una forma de desafiar nuestra concepción de autenticidad… ¿Qué es americano realmente? ¿Qué es Country realmente? Según el mediador. Queda claro.
La pregunta que me deja este proceso es si esta mentalidad crossover pasará de ser una opción a ser una obligación. ¿Todos deberemos ser impredecibles como ella para que nos escuchen?
⚉ El akonting y el banjo: una historia de infiltración.
Alrededor de la mitad del Siglo XIX, era insólito ver a un blanco tocar el banjo. El elemento nuclear dentro del contexto del Country es un descendiente del akonting, un instrumento venido del África occidental y que se solía construir con calabazas.
Durante 400 años, los esclavos que llegaron de África a América compusieron su propia música; espirituales, himnos y canciones de campo que acompañaban de melodías que más tarde impregnarían la música hillbilly (1920). A partir de los espectáculos satíricos y humillantes minstrel shows, los blancos se apropiaron del instrumento.
⚉ Ray Charles ya demostró que el Country podía ser un terreno propicio para la experimentación.
Tanto amigos, como consejeros y su propio sello discográfico desaprobaron en un inicio el concepto. En cualquier caso, Ray Charles (que tocó de joven en una banda hillbilly), en un intento de acercarse al consumidor blanco, desafió a sus propios fanáticos grabando estándares de Hank Williams y Don Gibson en ‘Modern Sounds in Country and Western Music’. Contra todo pronóstico, el disco fue un éxito inmediato en 1962 y demostró que el Country, en el estado en el que estaba en ese momento, era adaptable al campo semántico de las big bands y el léxico afroamericano.
⚉ Por último y sin que sea una coincidencia: T-Pain alza la voz por racismo en la escena Country.
Curiosamente, semanas antes de la llegada al mercado del disco de Byoncé, T-Pain, reconocido ghostwriter para artistas blancos Country, anunciaba que no realizaría más esta tarea debido al racismo que había experimentado.
Llegó a comentar que “el Country es de donde llega gran parte de mi inspiración y mis armonías”. Que el artista haya decidido abandonar este rol es un síntoma claro de que, a pesar de una creciente lista de músicos afroamericanos que están transitando la estética, la escena sigue siendo cerrada y exasperadamente blanca.