Con cada nueva carrera hacia las elecciones, la política estadounidense consolida 1) su dimensión como disparate multidisciplinar, 2) espectáculo en honor de la infoxicación y 3) despliegue de las últimas tendencias en control mental y social, aprovechando a la audiencia cautiva en Internet a.k.a. nosotros.

Todo un surtido de incompetencias e incoherencias que no solo desemboca o se simplifica en los dos candidatos, sino en todos los relatos, corrientes meméticas y apoyos oportunistas que les atraviesan en los meses que dura el rally.

El patrimonio musical americano ha tenido desde siempre implicaciones políticas, como todo tipo de arte o expresión cultural; al fin y al cabo está creado por unas gentes, y esas gentes tienen unas realidades y unos intereses comunes que conservar o defender.

Pero vivimos en la posmodernidad, en la era del ahora, del just do it, del presente pretérito y del scroll infinito. Vivimos en la era del individual, del "Yo", de la persona y no del humano. Vivimos en la era de la influencia y no del colectivo; la conciencia de clase ha sido sustituida por la intermitencia y discontinuidad de nuestro simulacro digital. Vivimos en tiempo de turistas: de entrar y salir de las cosas con facilidad.

Nuestra era implica movimiento constante, liquidez, ausencia de fricciones y mientras no nos inunde un nuevo barroco por pura necesidad, así se materializará en todos los aspectos de nuestras sociedades.

Los artistas, creadores, cuerpos humanos con influencia, llamémoslo como queramos, no están al margen. Muchos de esos movimientos pueden parecer incomprensibles, incoherentes, surrealistas o directamente productos de una confusión profunda, pero tienen una razón de ser. Existe una articulación.

Una alienación que les ha transformado, y enfocando sobre todo en el Rap estadounidense, desde las comunidades marginales poseedoras de un gran valor cultural a una red descentralizada de bots capitalistas completamente descastados.

Este ensayo vendrá complementado por otra pieza que continuará analizando el papel de los artistas/creadores contemporáneos como objetos y sujetos politizados.
La transformación de Ice Cube es un símbolo del nuevo paradigma.

Ice Cube como síntoma.

La canción 'Fuck tha Police' (1988) criticaba abiertamente las políticas policiales contra los afroamericanos en barrios marginales como Compton. En aquel single, relacionado desde hace décadas con una conspiración para elevar la crispación e incrementar la criminalidad en ese tipo de espacios (y así amortizar la inversión en cárceles de máxima seguridad), N.W.A. empaquetaban lo que ellos llamaban Reality Rap. Entre aquellos chicos se encontraba Ice Cube.

En 2018, el mismo Ice Cube lanzaba 'Arrest the President', una obra en la que arremetía directamente y con pocos disimulos sobre la figura del Donald Trump. Allí, por ejemplo, espitaba:

Tan sólo dos años después, en 2020, y a tan solo unas semanas de las elecciones que ganaría Joe Biden, un ya consagrado anti-vacunas Ice Cube recibía una importante carga de negatividad y rozaba la cancelación de la comunidad afroamericana tras revelarse que había estado trabajando con Donald Trump en el Platinum Plan.

El rapero argumentó que usó su plataforma Contract With Black America (CWBA) para demandar a ambas administraciones, tanto demócratas como republicanas, más atención e inversión en la comunidad afroamericana a cambio de su apoyo.

Acto seguido dijo que fue el equipo de Donald Trump el que más ganas tuvo de iniciar conversaciones al respecto. Todo acabó en un desafortunado vídeo del rapero dando explicaciones y en el que revelaba que el Platinum Plan iba a aportar casi 500 mil millones de dólares a la comunidad afroamericana si Trump salía victorioso (además de, por cierto, estrechar las políticas de inmigración para proteger puestos de trabajo en ese tipo de comunidades XD, una tremenda paradoja si echamos la vista atrás).

En el intervalo de tan sólo dos años, de 2018 a 2020, un supuesto líder de la comunidad afroamericana había pasado de grabar una canción para que arrestaran al anaranjado a trabajar con su equipo en un mejor futuro para la el susodicho colectivo.

Hoy, en 2024, Ice Cube se considera un pensador independiente pero la realidad es que se ha consagrado, a base de acciones, como uno de los viejos representantes del Rap estadounidense que se aproximan peligrosamente a las políticas conservadoras.

¿Harán lo mismo YG y otros raperos que han creado durante los últimos años letras y canciones que atacaban directamente al líder público de la ultraderecha en U.S.A.?

"Gracias a Lil Pimp": ya no son resistencia, son parte del mismo problema.

"Una de las mayores súper estrellas en el mundo, Lil Pimp" dijo Donald Trump cuando presentó erróneamente a Lil Pump en uno de sus mítines por la presidencia en 2020. Allí, en Michigan, se transparentó la arbitrariedad y también artificialidad de este tipo de apoyos actualmente: al joven rapper parece que le acaban de poner la gorra de MAGA y le acaban de decir que se acerque al micrófono a comentar a su gente que "no voten a sleepy Joe".

DaBaby también apoyó abiertamente a Donald Trump en 2020. En 2021, un día antes de dejar la Casa Blanca, Trump concedió el indulto a otras dos figuras relevantes del Rap contemporáneo: Lil Wayne y Kodak Black. Obviamente los dos raperos, de diferente generación pero conectados estrechamente a nivel de experiencias vitales, le devolvieron el favor apoyándole públicamente.

En este momento y tras todos estos hechos puestos en contexto queda bastante claro que, en el Rap, ya todo el mundo se representa (únicamente) a sí mismo. Tal y como lo expresaba Tayo Bero para The Guardian en 2023:

"El rap ya no es la encarnación de la resistencia afroamericana como lo fue alguna vez. Ahora es una cadena de montaje cultural hipercomercializada que de alguna manera ha sido rediseñada para glorificar los mismos problemas contra los que alguna vez luchó con tanta fuerza".

Ya no se busca abandonar el infierno sino más bien no perder un estilo de vida de ostentación y la senda de la acumulación de riqueza: el Rap, aquí como eje principal del artículo, ha sido engullido por la posmodernidad y el capitalismo convirtiéndolo en una mascota más en la que sus integrantes, los que rapean, ya no buscan la salud común sino más bien su riqueza individual a cualquier precio.

Recopilación de imaginería derivada de la relación entre Trump y ¥e, además de los titubeos de éste último con la política.

¥e, disruptor a tiempo completo y el cinismo hecho público.